La suave y acompasada respiración de mi Dama y Señora me acompañaba en los momentos previos a despuntar el día, ese preciso instante donde los nocturnos se repliegan ante el avance imparable de la luz del alba. Mientras, me removía en mi lecho repasando mentalmente mi estrategia para el lance de esa fría mañana a través del laberinto formado por las callejuelas de la Ciudad Imperial.
Empaquetado nuestro liviano equipaje partimos rumbo a Bargas para allí recoger a nuestros retoños. Un parqué por suelo y un techo por cielo es cuanto necesitaron para caer rendidos en los brazos de Morfeo y llegar al momento cumbre con las fuerzas al ciento por ciento.
La otrora concurrida Plaza de Zocodover nos recibía desperezándose y, sin todavía, el bullicio que le es propio en días festivos. Quienes si pululaban eran nuestros grandes adversarios y contrincantes que ataviados para la ocasión daban cortas carreras con el objetivo de preparar la perezosa musculatura para el fragor de la batalla posterior. Los rostros sonrientes y los afables saludos intentaban enmascarar su verdadera intención: terminar el recorrido en el menor tiempo machacando al rival de paso, si ello es posible…
Llegados de diversos rincones de nuestra áspera tierra, y ya preparados para la contienda, alcance a ver a D. Mariano de Corroto y Sobrino, Señor de La Sagra; a D. Juan José de Peces y Morera, antiguo Comendador de la Orden de Calatrava y actual Mariscal de Campo; en labores de Intendencia para esta ocasión halle al gran Joaquín de González y Pérez, excelso Caballero Templario reconocido por su nobleza y bravura recuperándose rápido de alguna de sus muchas aventuras; y al más temido de todos por su astucia e inteligencia, D. Juan Carlos de González y Brasero adalid de la orientación, curtido en mil batallas y paladín de esta noble causa que periódicamente nos reúne entorno a un mapa.
El antiguo Mercado de Bestias quedaba a mi espalda cuando partía hacia los aledaños de la fortaleza de Toledo a punto de iniciar la salida en esta última contienda del año que agoniza. Sabedor de la calidad de mis oponentes me lance raudo en pos de mi primera parada sita en la Calle Trastámara en honor a la decaída Casa Real del mismo nombre. A pesar de mi legendaria concentración, el intrincado juego de calles me hace dudar rumbo a mi segunda posta y por un momento tuve la certeza de que las calles cobraron vida propia modificando su emplazamiento caprichosamente al mandato de algún sortilegio con el único objetivo de mi desconcierto.
El lado oeste de El Alcázar fue testigo de mi anublamiento y deambular por los Jardines del Mirador del Azor. La artimaña ideada por la Organización funciono a la perfección y mi miopía mental me impide ver la correcta ubicación de eser control lo cual me lleva a perder unos preciosos segundos.
Las dos ostias mentales de premio surten el efecto deseado como lo atestigua mi triunfal paso a través de la Puerta de Alcántara camino de mi asfixiante ascenso por esa pétrea escalera conductora de nuevo a Zocodover cruzando la Puerta de la Sangre. Aunque ciertamente temí durante un momento por la suerte de mis contrincantes al creer vislumbrar un serpenteante hilo del rojo elemento, resulto ser tan solo el reflejo en las gafas de una gota de sudor tardía.
De nuevo estaba desplazándome por las sinuosas calles del minotauro toledano cuando al pasar un callejón sombrío aparece un Caballero Orientador de la Orden Motillana que con un ágil requiebro intenta cerrarme el paso. Por suerte con un certero mandoble de mi pinza consigo ganar tamaña batalla saliendo vencedor por menos diferencia que el pelo de su barba.
En el momento que estas líneas escribo, y con la mente más clara, os puedo asegurar sin lugar a duda que las calles de esa ciudad están endiabladas. Con mi carrera encarrilada y la energía casi agotada me dirigía sin demora a por mí antepenúltima picada, pero al llegar a una temida encrucijada busco y rebusco la escalera que figura en el mapa. ¡Vive Dios que lo intente! Por tres veces por delante de ella pasé pero, sin duda, por algún oscuro encantamiento no la atine a ver.
Ello me complico el final de mi batalla, ¡como demostró Maese Brasero que casi me gana! Pero la suerte final estuvo de mi lado y esos segundos de margen unos magníficos puntos me han dado para conseguir alcanzar la 3ª plaza final.
Aquí termino mi relato de las aventuras corridas durante un largo rato. De mis oponentes ya nada supe después, aunque cierto es que su pundonor y valía seguro les libraran de alguna brujería.
¡Fuerza y Valor Damas y Caballeros Orientadores,
en vuestro corazón está la fuerza,
en vuestra cabeza la guía!
JATD