Mes: septiembre 2016

Orientaferros

 

PRÓLOGO

Esta es la historia de las peripecias y devenires que los integrantes de la Escuela de Orientación BMT han vivido durante el Trofeo Orientijote en la localidad de Priego.

Habéis de ser conocedores antes de iniciar la lectura que lo allí acontecido transciende lo humano y casi roza lo divino, por lo que esta narración peca de parcial al faltarle a quien lo escribe palabras suficientes con las que comunicar lo sufrido en aquel lejano lugar en su máxima extensión.

Avisados pues estáis por lo que sin más preámbulos la historia voy a iniciar. ¡Acompañadme!

CAPITULO I. UN VIAJE AL MIMBRE

Con puntualidad marcial y la emoción contenida los componentes del BMT participantes en el Trofeo Orientijote colocábamos los enseres propios de los viajeros en los autos prestos a partir hacia la Ruta del Mimbre conquense en la localidad de Priego.

Amenazantes en la lejanía unas poderosas nubes nos enseñaban sus faldas de agua jalonadas por tiras blancas y arco iris radiantes, que sin embargo mostraron piedad de este equipo humano, regando esa zona de Cuenca antes de nuestra llegada como señal de bienvenida.

Y para que os hagáis una idea de nuestro grado de osadía, como paso previo a instalarnos en nuestros aposentos, realizamos una incursión por los dominios de un lugareño donde bien podríamos haber plantado una pica en medio de sus olivas cuando ya anochecía.

Solventada esta vicisitud motivo de las primeras risas de este selecto grupo, llegamos a la ubicación exacta del alojamiento de los más jóvenes dirigiéndonos los menos sensatos en busca de nuestras habitaciones en el Monasterio de San Miguel de las Victorias.

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CAPITULO II. LA REVELACION

Bien entrada la noche y con el manto del cielo lleno de estrellas, una estrecha y sinuosa carretera siempre ascendente nos condujo al patio del Monasterio de Priego, un imponente edificio de piedra centenaria que llego a acoger a más de doscientas almas entregadas a la búsqueda de respuestas espirituales y que alguno de ellos encontró al final de un túnel que con un convento cercano les unía.

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Traspasar el umbral de la vieja puerta de madera era iniciar un viaje en el tiempo y en la historia. Caminando hacia el lugar de nuestro descanso el vello de nuestra piel se erizaba quizás por el frescor que allí reinaba. Con nuestros pasos el crujir de los ladrillos se oía, lo que unido al olor a humedad, polvo y otras esencias indefinidas nos llevó a tomar la sabia decisión de compartir las literas de una celda en franca armonía.

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CAPITULO III. PRIMERA NOCHE

Pero el español y la española con el buche lleno piensan mejor por lo que en el comedor comunal dimos buena cuenta de todo aquello que se sirvió, mejorando velada con esos gin’s de color bachata que animaron al personal hasta el punto de olvidar el significado de aquel lugar lleno de espiritualidad.

Al calor del fuego interior encendido, y puesto que estábamos prácticamente solos, decidimos sacar nuestra vena exploradora y vagar por los pasillos de lugar. La limitada luz de los móviles se abría paso entre la oscuridad de las celdas y recovecos existentes. La comunión entre el polvo en suspensión y a la mortecina luz blanca que portábamos nos enseñaba unos espacios lúgubres y fantasmagóricos por donde intuías, a veces, ver una sombra pasar.

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Esa fue una noche cuasi en vela pues a pesar de dormir todos juntos en la misma habitación, lo especial del lugar te mantenía alerta por lo que pudiese llegar. De hecho, en un momento en el que la llamada de la naturaleza ya no podía ignorar me lance soñoliento en busca del aseo existente al girar el pasillo y cuya luz me guiaba hacia allá. El trago vino cuando volvía hacia la seguridad de mi saco y me encontré en medio de la oscuridad desorientado, pues en ese momento juraría que oí unos pasos en la planta superior. Esa a la que por expreso mandato teníamos el acceso prohibido. ¿Qué o quien allí se ocultaría? Ese no era momento para dar con la respuesta…

CAPITULO IV. EL ABANDONO NO ES UNA OPCIÓN

Con energías renovadas después de un buen desayuno nos presentamos en la salida de la prueba larga que transcurría dentro de un pinar de los de rancio abolengo lleno de grandes árboles y matorrales, franqueado en las alturas por amenazantes cortados de roca afilada que nos vigilaban por si el respeto al lugar allí se faltaba. Sin embargo, la zona formada a los pies de esos duros guardianes permitía correr sin demasiados problemas pues por momentos se asimilaba a andar por una mullida alfombra de estar por casa.

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Un verdadero placer buscar balizas por allí, al frescor de la mañana se le unía mis buenas elecciones de ruta por lo que los puntos a localizar caían en un tiempo muy aceptable para mí. Sin embargo, hasta el rabo todo es toro y en la baliza 9 a mí me dio un revolcón completo. Una hora buscando entre matas, regueros, pinos y pedruscos. ¡Que desesperación! Por tres ocasiones fui a la baliza siguiente para tomar rumbo y a pesar de ello siempre se ocultaba a mi vista. La obstinación era tal que llegaban otros orientadores, la buscaban, encontraban y los perdía de vista sin saber dónde rayos habían estado. ¿Acaso era una baliza móvil? Para terminar este lamentable episodio dentro un límite os diré que finalmente me dejo picarla no sin antes golpearme en una piedra, ¡por zoquete supongo!

Como mis imaginarias opciones de pódium en esa categoría estaban finiquitadas decidí disfrutar lo que de prueba restaba. Y ya sabéis el dicho: No quieres caldo, ¡toma dos tazas! Cansado, deshidratado y desorientado me zambullí en el mar de la desesperación cuando para llegar a la baliza 13 más de cuarenta minutos volví a emplear. Aquel no era mi día, pero mi determinación a doblegar el trazado propuesto seguía intacta, pues siempre he creído que abrirle una rendija mental a la posibilidad del abandono es como una pequeña grieta en la pared de una presa. Al final romperá y en sucesivas ocasiones será más fácil dejarlo que continuar.

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CAPITULO V. FERROLANDIA Nivel 1

Aprovechando la ausencia de competición y las ansias de los jóvenes, y no tan jóvenes, por vivir nuevas experiencias, parte de nuestro grupo nos plantamos en el Estrecho de Priego para experimentar de primera mano las exigencias de una Vía Ferrata.

Convenientemente pertrechados y en suficiencia aleccionados, uno a uno por la escalera hacia lo alto fuimos avanzando. Unos más duchos y osados, otros ciertamente precavidos y menos temerarios, todos fuimos avanzando por los asideros en la roca colocados.

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Las grapas nos permitían ir avanzando mientras con nuestro cordón umbilical a la línea de vida doblemente íbamos asegurados. Por momentos nos reíamos, por momentos sufríamos, pero como equipo humano nuestra unión fue aumentando conforme los obstáculos íbamos superando. Puentes móviles, tirolinas en el vacío o asideros desplomados, todos fueron vencidos por estos Bemeteros de acero cromado.

Llegados todos a buen recaudo la explosión de alegría atronó en el Estrecho de Priego. La tensión contenida unida a la sobredosis de adrenalina subió la moral del equipo a cotas nunca alcanzadas pasando a ser esta una experiencia difícil de olvidar.

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CAPITULO VI. FANTASMAS SONROSADOS

La cena de nuestra última noche en el Monasterio vino a confirmar lo que a todas luces se veía: nuestro grupo se gustaba y engatusaba. Miembros de otros clubes optaron por sumarse a nosotros para disfrutar de la velada regada con unos generosos Pink Gin’s que desinhibieron al personal animándoles a hablar, aunque unos más que otros hacieronse de rogar para su mejor chiste contar. Que, por cierto, Brasero, creo que la vela no llego a alumbrar porque ya no me acuerdo de na, de na. Motivo este para que cuando la ocasión se tercie nos volváis a deslumbrar con esos chistes tuyos de gran reserva y las anécdotas de Pilar.

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Poco a poco, a medida que los vasos se fueron vaciando, el grupo se fue disgregando hasta que quedamos solo 5 valientes que enfundándonos el espíritu de Indiana Jones decidimos descubrir los secretos ocultos que todavía guardaba aquel lugar.

Crecidos por nuestros brebajes mágicos no quedo sala, hueco, cueva o habitáculo por visitar hasta el punto de llegar a lugares de alto interés cultural pero que la prudencia me invita a obviar. Pero para saciar en algo vuestra curiosidad sí que os diré que en el karaoke se cantó y el aula oculta se visitó.

CAPITULO VII. EXPRIMIENDO PRIEGO

Con el sabor todavía amargo del día anterior acudí a mi cita con el destino en la salida de la etapa media por las intrincadas calles de Priego dispuesto a darlo todo, hasta el infinito y más allá. Pero ese destino a veces es esquivo y cuesta algo más de lo normal, pues ya durante la búsqueda de mi primera baliza me temí lo peor al errar en primera instancia su ubicación. Por suerte rectifique a tiempo encadenando desde ese momento todas las demás, cediendo únicamente tiempo por el agotamiento de las subidas se en ocasiones se hacían de rogar lo cual disminuía mi velocidad a la décima parte de lo normal. Tanto es así que dos paisanos conversaban sobre lo que en su pueblo acontecía y creí escuchar: “Están buscando pokemons de esos”. Aunque también pudo ser: “Que puñetas hacen estos”.

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Finalmente, de la carrera anterior me resarcí al terminar 3, aunque 10 del global. Por lo que me he puesto de penitencia seguir saliendo a entrenar.

CAPITULO VIII. FERROLANDIA. Nivel Éxtasis

Justo al terminar los postres decidimos rematar la faena de la Vía Ferrata. Entusiasmados nos plantamos a los pies de la roca dispuestos a volver a disfrutar del viaje por las alturas, aunque en esta ocasión por una vía distinta…

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Conocedores de nuestra destreza con los cabos, disipadores, cascos, mosquetones y demás parafernalia de escalada optamos por pasar al siguiente nivel por lo que la dificultad exponencialmente aumentaba.

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La verticalidad de la pared imponía, pero la parte que hacia afuera sobresalía abrumaba. Con el sol en la espalda y mis pensamientos como única compañía inicie la ascensión en busca de mis adelantados compañeros de fatigas. La entrada y primeros tramos eran sencillos y permitían alcanzar altura con rapidez hasta que de mi cuerpo empezó a tirar la gravedad a medida que la pared de roca sobresalía. Cuando la pared vertical se alejaba, sol más pegaba y en el punto de más desplome me hallaba, los brazos me dolían y mis latidos se aceleraban. Si en ese momento se hubiese caído una gota del sudor que emanaba habría caído directa al suelo sin nada que la interceptara. Con esfuerzo y gran emoción contenida supere el escollo que entre mí y el grupo se interponía alcanzándoles en un balcón de roca para gente muy exclusiva.

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A partir de ese momento todos juntos avanzamos como equilibristas consumados, de esos que transmiten seguridad y aplomo sin importar su osadía. Nuestra llegada a ras de suelo fue motivo de gran alegría pues estas experiencias unen y forjan caracteres igual de duros que el acero de aquella Vía.

J.A.T.D.

¡¡Osú quillo, que caló!!

Durante la noche anterior al 1 de septiembre la fantástica maquinaria que tenemos entre las dos orejas era un hervidero de pensamientos, planteamientos y demás zarandajas a las que los ligeros de sueño nos entregamos cuando algo importante va a ocupar nuestro tiempo y en esta ocasión la Málaga City Race tenía los ingredientes necesarios para saciar el apetito físico y mental.

Y por lo visto no era al único al que esa falta de alimento le aquejaba toda vez que el primer turno de ilustres orientadores había partido el día anterior para disfrupadecer, cada uno en su justa medida, el famoso Caminito del Rey.

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Al filo de la hora de comer aprovechando el frescor del mediodía y previa intercesión cum laude salíamos con las alforjas llenas de ilusión hacia la capital de la Costa del Sol para unirnos a una parte de la expedición que ya había picoteado un poquito de aquellas tierras andaluzas por la zona de Antequera.

Una vez localizada nuestra base de operaciones y subidos los trastos pertinentes fue el momento de jugar un rato al Tetris a fin de encajar a todos los componentes por las dependencias existentes. Ni siquiera las cervezas que vinieron consiguieron aplacar el calor acumulado en el piso además sumado al emanado por los entes humanos que por allí deambulaban y todo ello remezclado eficazmente por las aspas del ventilador. Como resultado una noche cuasi en blanco lo cual es ideal antes de afrontar un entrenamiento de orientación. Suerte que durante el mismo las 2 neuronas existentes se organizaron leyendo el mapa en turnos de 5 minutos para no dejarme en mal lugar…

Con el cuerpo habituado a la humedad del ambiente nos presentamos todos en la zona de competición de Arroyo Toquero dispuestos a comernos cada metro de monte. La moral en estos eventos es vital que este alta y la de nuestro colectivo iba a tope con la seguridad de realizar un buen papel. Pero aun así los nervios previos a la salida eran palpables y buen síntoma de la actitud del equipo, pues nos mantiene despiertos y alerta antes de los retos que se presenten.

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En mi caso particular la ascensión desde la pre-salida a la salida ya produce cosquillas en las piernas e inicio de los primeros sudores. Con la concentración al máximo y el ultimo pitido me lanzo a leer mi mapa intentando descubrir el triangulo de salida entre el maremágnum de símbolos. Una vez localizado mi GPS mental planifica la mejor ruta para atacar la baliza 1 enviando las instrucciones precias al aparato locomotor. Todo perfecto, avanzo con rapidez ladera abajo para atacar la baliza desde arriba. Es un mapa M-45 y voy lanzado, pero lanzado a la nada desde el momento que llego al lugar donde ya debería estar el punto buscado y allí no hay nada. ¡¡Empezamos bien!!

En mitad de la nada sin referencias claras se empieza a mascar la tragedia, a punto estuve de preguntar a alguno de los lugareños ocasionales que por allí pululaban pero mi orgullo me lo impidió. Quise un mapa de los “güenos” y ahí lo tenía, así que a apechugar con él. Eliminado el comodín del publico mi mente buscó alternativas y halló la respuesta al bucear en los recuerdos de experiencias anteriores similares a la actual. El problema era que había descendido por un espolón previo al correcto por lo que la solución estaba clara. De nuevo la luz aventurera brillaba con fuerza. Las rutas salvo por algunos desvíos ocasionales eran bastante correctas, lo cual me daba los ánimos necesarios para ir en pos del siguiente punto del mapa. Lástima que lo abrupto del terreno pasara factura al físico con lo que la distancia entre los últimos controles se tornaba por momentos elástica al parecerme más grande de lo real.

Con todo remate la faena en un puesto decente con numerosos orientadores por detrás mío y con el duende interno contento del resultado, de las cerves fresquitas y del melón rico-rico.

Brillando las posiciones de José Antonio (ambos), Javi míster, Ana y Tamara, los demás integrantes de nuestro grupo también destacaron por su buen hacer, aunque el más satisfecho era Alejandro sabiéndose que era Elite el resto del finde con lo que ello conlleva a nivel de prebendas y demás privilegios.

Pero el frenesí de la competición no cesa y a las 18:00 estamos listos para afrontar la carrera de Sprint, siendo mi debut en estas lides en categoría Elite por lo que la presión estaba in crescendo. Con un calor andaluz y la humedad ambiental acompañando recorrimos cada uno de los rincones del muelle uno y la Malagueta al ritmo sabrosón que el cuerpo aguantaba mitad quejoso, mitad correoso. Pero lo mejor fue comprobar que otros compañeros de categoría me disputaron el farolillo rojo de la tabla clasificatoria. ¡El nivel de competitividad de la categoría reina a ambos lados de la clasificación es brutal!

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Superada la prueba, acicalado y recompuesto el nivel óptimo de hidratación tocaba algo de relax espiritual por lo que buscando entre los locales más selectos de la Villa encontramos donde colocar las posaderas de nuestro numeroso grupo para avituallarnos como manda los cánones de estos importantes eventos, amén de unos mojitos que supieron a gloria antes del obligado retiro para descansar en previsión de la exigente prueba final.

De nuevo en la pre salida, de nuevo la tensión de la espera, de nuevo los nervios de como respondería ante un recorrido de 6,2 km teóricos que la propia Organización calculaba en más de 8 con la mejor ruta, la salida muy tardía y el calor no ayudaba en nada. Muchas incógnitas a punto de resolverse. ¡Cómo me gusta este deporte!!

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En el momento exacto me autorizan el paso hasta la salida situada a ¡1,3 km ascendentes! Un sueco de más de 50 años y yo iniciamos la lenta ascensión a la salida, algo por debajo del Gibralfaro. De que llegamos a la misma mi momentáneo compañero seguía trotando en el sitio para no perder el calentón de la subida supongo, mientras yo intentaba bajar el pulso y beber algo de agua para recuperar el aliento perdido algunos centenares de metros más abajo. Cuando un juez controlador hace un comentario sobre el calor, el sueco sin inmutarse y en un espanglish de Mijas al menos indica más le afecta a él por la falta de costumbre. Menos mal que yo llevaba las gafas puestas y ocultaron mi mirada en modo asesino. ¡Yo era del secarral manchego y estaba liquidado antes de empezar a correr!!

Las primeras balizas estaban localizadas en el terreno abrupto que rodea el Gibralfaro, pero conseguí hilvanar los rumbos sin demasiados errores de bulto y si llegaba el caso rectificaba rápidamente para acotar la pérdida de tiempo. Aun así, cuando descendimos a la parte llana dentro ya de Málaga iba deshidratado y con 15 balizas pendientes de picar todavía. Por suerte durante gran parte de este tramo de carrera los edificios y estrechas callejuelas de la ciudad proporcionaba sombra a los numerosos corredores que todavía estábamos pendientes de llegar a meta. La sensación de deslizarme por la preciosa Calle Larios surfeando entre los innumerables visitantes que paseaban en busca de un rato de asueto será difícil de olvidar.

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Ya en meta y recuperado del tremendo esfuerzo, 9’6 sofocantes km, acepte el amable ofrecimiento para ducharme en el alojamiento cercano de parte del equipo (Gracias a miles). Sin pérdida de tiempo puse rumbo al Burger más cercano para rellenar las menguadas reservas y volver a ser persona reconocible y tratable, mientras llegaba la hora del reconocimiento para José Antonio (ambos) dedicándoles unos aplausos más que merecidos después de este intenso y largo fin de semana comunal.

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Los demás no sé, pero yo ya tengo ganas de que llegue el siguiente evento compartido para desquitarme. Martín me gano en la pelea de almohadas que mantuvimos y exijo mi revancha! La venganza se sirve en plato frio…. Jejeje

J.A.T.D.