¡¡Osú quillo, que caló!!
Durante la noche anterior al 1 de septiembre la fantástica maquinaria que tenemos entre las dos orejas era un hervidero de pensamientos, planteamientos y demás zarandajas a las que los ligeros de sueño nos entregamos cuando algo importante va a ocupar nuestro tiempo y en esta ocasión la Málaga City Race tenía los ingredientes necesarios para saciar el apetito físico y mental.
Y por lo visto no era al único al que esa falta de alimento le aquejaba toda vez que el primer turno de ilustres orientadores había partido el día anterior para disfrupadecer, cada uno en su justa medida, el famoso Caminito del Rey.
Al filo de la hora de comer aprovechando el frescor del mediodía y previa intercesión cum laude salíamos con las alforjas llenas de ilusión hacia la capital de la Costa del Sol para unirnos a una parte de la expedición que ya había picoteado un poquito de aquellas tierras andaluzas por la zona de Antequera.
Una vez localizada nuestra base de operaciones y subidos los trastos pertinentes fue el momento de jugar un rato al Tetris a fin de encajar a todos los componentes por las dependencias existentes. Ni siquiera las cervezas que vinieron consiguieron aplacar el calor acumulado en el piso además sumado al emanado por los entes humanos que por allí deambulaban y todo ello remezclado eficazmente por las aspas del ventilador. Como resultado una noche cuasi en blanco lo cual es ideal antes de afrontar un entrenamiento de orientación. Suerte que durante el mismo las 2 neuronas existentes se organizaron leyendo el mapa en turnos de 5 minutos para no dejarme en mal lugar…
Con el cuerpo habituado a la humedad del ambiente nos presentamos todos en la zona de competición de Arroyo Toquero dispuestos a comernos cada metro de monte. La moral en estos eventos es vital que este alta y la de nuestro colectivo iba a tope con la seguridad de realizar un buen papel. Pero aun así los nervios previos a la salida eran palpables y buen síntoma de la actitud del equipo, pues nos mantiene despiertos y alerta antes de los retos que se presenten.
En mi caso particular la ascensión desde la pre-salida a la salida ya produce cosquillas en las piernas e inicio de los primeros sudores. Con la concentración al máximo y el ultimo pitido me lanzo a leer mi mapa intentando descubrir el triangulo de salida entre el maremágnum de símbolos. Una vez localizado mi GPS mental planifica la mejor ruta para atacar la baliza 1 enviando las instrucciones precias al aparato locomotor. Todo perfecto, avanzo con rapidez ladera abajo para atacar la baliza desde arriba. Es un mapa M-45 y voy lanzado, pero lanzado a la nada desde el momento que llego al lugar donde ya debería estar el punto buscado y allí no hay nada. ¡¡Empezamos bien!!
En mitad de la nada sin referencias claras se empieza a mascar la tragedia, a punto estuve de preguntar a alguno de los lugareños ocasionales que por allí pululaban pero mi orgullo me lo impidió. Quise un mapa de los “güenos” y ahí lo tenía, así que a apechugar con él. Eliminado el comodín del publico mi mente buscó alternativas y halló la respuesta al bucear en los recuerdos de experiencias anteriores similares a la actual. El problema era que había descendido por un espolón previo al correcto por lo que la solución estaba clara. De nuevo la luz aventurera brillaba con fuerza. Las rutas salvo por algunos desvíos ocasionales eran bastante correctas, lo cual me daba los ánimos necesarios para ir en pos del siguiente punto del mapa. Lástima que lo abrupto del terreno pasara factura al físico con lo que la distancia entre los últimos controles se tornaba por momentos elástica al parecerme más grande de lo real.
Con todo remate la faena en un puesto decente con numerosos orientadores por detrás mío y con el duende interno contento del resultado, de las cerves fresquitas y del melón rico-rico.
Brillando las posiciones de José Antonio (ambos), Javi míster, Ana y Tamara, los demás integrantes de nuestro grupo también destacaron por su buen hacer, aunque el más satisfecho era Alejandro sabiéndose que era Elite el resto del finde con lo que ello conlleva a nivel de prebendas y demás privilegios.
Pero el frenesí de la competición no cesa y a las 18:00 estamos listos para afrontar la carrera de Sprint, siendo mi debut en estas lides en categoría Elite por lo que la presión estaba in crescendo. Con un calor andaluz y la humedad ambiental acompañando recorrimos cada uno de los rincones del muelle uno y la Malagueta al ritmo sabrosón que el cuerpo aguantaba mitad quejoso, mitad correoso. Pero lo mejor fue comprobar que otros compañeros de categoría me disputaron el farolillo rojo de la tabla clasificatoria. ¡El nivel de competitividad de la categoría reina a ambos lados de la clasificación es brutal!
Superada la prueba, acicalado y recompuesto el nivel óptimo de hidratación tocaba algo de relax espiritual por lo que buscando entre los locales más selectos de la Villa encontramos donde colocar las posaderas de nuestro numeroso grupo para avituallarnos como manda los cánones de estos importantes eventos, amén de unos mojitos que supieron a gloria antes del obligado retiro para descansar en previsión de la exigente prueba final.
De nuevo en la pre salida, de nuevo la tensión de la espera, de nuevo los nervios de como respondería ante un recorrido de 6,2 km teóricos que la propia Organización calculaba en más de 8 con la mejor ruta, la salida muy tardía y el calor no ayudaba en nada. Muchas incógnitas a punto de resolverse. ¡Cómo me gusta este deporte!!
En el momento exacto me autorizan el paso hasta la salida situada a ¡1,3 km ascendentes! Un sueco de más de 50 años y yo iniciamos la lenta ascensión a la salida, algo por debajo del Gibralfaro. De que llegamos a la misma mi momentáneo compañero seguía trotando en el sitio para no perder el calentón de la subida supongo, mientras yo intentaba bajar el pulso y beber algo de agua para recuperar el aliento perdido algunos centenares de metros más abajo. Cuando un juez controlador hace un comentario sobre el calor, el sueco sin inmutarse y en un espanglish de Mijas al menos indica más le afecta a él por la falta de costumbre. Menos mal que yo llevaba las gafas puestas y ocultaron mi mirada en modo asesino. ¡Yo era del secarral manchego y estaba liquidado antes de empezar a correr!!
Las primeras balizas estaban localizadas en el terreno abrupto que rodea el Gibralfaro, pero conseguí hilvanar los rumbos sin demasiados errores de bulto y si llegaba el caso rectificaba rápidamente para acotar la pérdida de tiempo. Aun así, cuando descendimos a la parte llana dentro ya de Málaga iba deshidratado y con 15 balizas pendientes de picar todavía. Por suerte durante gran parte de este tramo de carrera los edificios y estrechas callejuelas de la ciudad proporcionaba sombra a los numerosos corredores que todavía estábamos pendientes de llegar a meta. La sensación de deslizarme por la preciosa Calle Larios surfeando entre los innumerables visitantes que paseaban en busca de un rato de asueto será difícil de olvidar.
Ya en meta y recuperado del tremendo esfuerzo, 9’6 sofocantes km, acepte el amable ofrecimiento para ducharme en el alojamiento cercano de parte del equipo (Gracias a miles). Sin pérdida de tiempo puse rumbo al Burger más cercano para rellenar las menguadas reservas y volver a ser persona reconocible y tratable, mientras llegaba la hora del reconocimiento para José Antonio (ambos) dedicándoles unos aplausos más que merecidos después de este intenso y largo fin de semana comunal.
Los demás no sé, pero yo ya tengo ganas de que llegue el siguiente evento compartido para desquitarme. Martín me gano en la pelea de almohadas que mantuvimos y exijo mi revancha! La venganza se sirve en plato frio…. Jejeje
J.A.T.D.