De pequeño siempre nos decían que a quien madruga Dios le ayuda, así pues, el sábado partíamos antes de las primeras luces del alba rumbo a Caravaca de la Cruz para disfrutar de un orientador fin de semana en el ambiente del XXVIII Trofeo Costa Cálida.
El primer match se desarrollaría en Cehegin, dentro del paraje Coto de las Maravillas. Un lugar este paradisiaco para los amantes de la buena orientación, con un primer sabor en boca duro y agreste a la vez que seductor; los olores a tierra y bosque húmedo, producto de la fina lluvia caída momentos antes, daban en nariz unos toques intensos a la par que agradables y estimulantes; ante nuestra vista se mostraba esplendorosa toda una gama de colores donde el verde en distintas intensidades predominaba sobre los demás, seguramente apabullados por su poderío e intensidad; unas curvas de nivel poderosas y contundentes sujetaban un terreno de buen agarre tapizado por vegetación húmeda que en piernas mostraba todo su carácter si se le intentaba dominar por las bravas.
La salida sencilla me llena de confianza pues he llegado a la tercera baliza sin dificultad así que decido omitir el consejo de mi leal y fiel brújula para entregarme a un recién llegado, mi mapa, al que, por falta de tiempo más que otra cosa, apenas conocía. Mi osadía me produjo un picotazo en el orgullo orientador en forma de pérdida de tiempo: mi nuevo mejor amigo me acababa de enviar su tarjeta de presentación.
Si el destinatario de esa tarjeta hubiese sido cualquiera de los moradores habituales de esos lares el efecto habría sido el de reconocimiento de un rival de primer orden. Pero en vez de eso mi inmediato pensamiento era domar a la fiera sí o sí. Y fue no. El cansancio acumulado impide pensar con fluidez y por enésima vez ignoré mi amiga la brújula consiguiendo evitar dar con la baliza correcta para volver al mismo lugar indeseado: en mitad de ningún lado.
Un dolor en la pierna me recordó que estaba perdiendo mi particular batalla con el magnífico paraje, así que recompuse la estrategia pidiendo socorro a mi olvidada brújula que sin dudarlo un momento me iba marcando el rumbo perfecto. De pronto el terreno se volvió más amigable, supongo que por lastima. Las mejores rutas antes ocultas aparecían ahora sobreimpresionadas en el mapa, los antes inexpugnables regueros se transformaban en divertidos toboganes y suaves vaguadas, unos cómodos espolones me acercaban en volandas a otrora aquella imposible baliza.
Cuando le mostré el respeto debido a mi rival, obtuve el suyo. Antes no. De domador inicial acabe fascinado por el lugar de justo nombre. Deje mi carta de presentación para una futura ocasión pues quien sabe si entonces el acogimiento, ahora que nos conocemos, será mejor. Conmigo fuera de combate la diversión se traslada a las intrincadas calles de nuestra anfitriona: Caravaca de la Cruz.
El rápido sprint transcurre entre las empinadas rampas del casco antiguo de Caravaca por donde los más hábiles orientadores exprimen al máximo el cronometro situado en el Templete, no sin antes presentarle sus respectos la Basílica de la Vera Cruz.
No solo de deporte vivimos y la prueba son los numerosos orientadores que haciendo gala de su porte y elegancia engrosaban las cajas registradoras de los distintos bares del lugar robusteciendo uno de los pilares fundamentales de este bello deporte: la convivencia.
Como no podía ser de otro modo los integrantes del BMT son el fiel ejemplo de ese pilar y para afianzarlo un poco más nos apropiamos de una escondida taberna típica murciana donde el regente de la misma abrió los ojos cual búho nocturno al vernos entrar, ¡la duda que nos quedó al partir fue si por alegría o por pesar!
Durante el tiempo que allí estuvimos eso nos dio igual pues los quintos y las tapas volaban sin cesar, y, eso sí, todas y cada una de ellas quedaronse reflejadas en la factura final que raudamente fue pagada en señal de amistad.
El paseo desde el parking hasta la bonita plaza de toros caravaqueña reavivo las secuelas del día anterior por lo que la prudencia me aconseja quedarme en los tendidos de la misma aplaudiendo la llegada de los finisher del Trofeo Costa Cálida. Uno tras otro entraban en meta apurando las ultimas zancadas en el albero de la plaza con el sudor en su cara y la respiración entrecortada mientras contienen el aliento ante la descarga de la pinza y ver aliviados que han evitado la errada.
La música de ACDC resuena en la plaza cuando el gesto sonriente de Javi le delata, ¡ya se sabe ganador de la prueba de hoy en su versión a la caza! Varios integrantes del Godih dejan en el pódium su impronta inmortalizada por las cámaras para regocijo de todos, pero debéis entender que la que más alegría nos proporciona es sin duda la de nuestro capi, D. Javier, pues en esta ocasión ha subido algún que otro grado en la escala de la orientación. Las mieles del triunfo siempre son muy dulces, ¡a disfrutadlas!
J.A.T.D.