A primera hora de la mañana del sábado el amigo Pepe y yo mismo nos dirigimos a Los Duques en Requena, pues es ahí donde este año unos forofos de la unión pedales más orientación disputarán el Campeonato de España de OBM. Y seguir el rebufo de los mejores de España en estas lides es la tarea que nos hemos propuesto desde la Sección de OBM de la Escuela de Orientación BMT del Club Godih.
En el parking improvisado por la Organización ubicamos nuestro Centro de Mando particular para dirigirnos sin demora al trámite de la acreditación y recogida de dorsales que raudamente son colocados en el frontal de nuestras monturas a la vez que los porta-mapas quedan fijados en su posición. Mientras damos un rápido y ultimo chequeo para confirmar que todo está en su sitio el hijo pequeño de una pareja participante juguetea con su bici en una rampa anexa en forma de V. El futuro ya está aquí pidiendo paso.
Calentando los músculos transcurre el tiempo previo a la hora de salida prefijada. La ansiedad natural porque llegue el momento de la salida hace que los minutos se desgranen lentamente, con parsimonia, como si la quietud del tiempo fuese una realidad incuestionable. Al menos ese estado no es patrimonio exclusivo mío como demuestran las visitas a D. Roca de Pepe, y las caras de los demás bikers que han tomado la carretera como pista exclusiva de calentamiento.
Ese estado de tensión se ve liberado en cuanto el juez de salida escucha el pitido final del reloj. A mi lado otro participante con la juventud como mejor carta de presentación remueve las piedras en su poderosa arrancada, tanto que al momento dejo de verlo. Mi consuelo es que compite en otra categoría vedada para mi desde hace años.
La experiencia de la orientación a pie me sirve para ubicarme de manera rápida en el mapa y llegar a las primeras balizas exultante, pero con las pulsaciones a tope. Además, mi entrenamiento este año está enfocado a largas distancias y si no modero el esfuerzo la explosión será atronadora. Con ese pensamiento principal dejo que mi GPS mental elija las mejores rutas entre la maraña de caminos y sendas plasmada en el mapa.
Aun así, en cuanto tengo delante un punto multicolor resaltado entre la alfombra de verdes colocada encima de las suaves ondulaciones del terreno, lanzo mi bici en pos de ese ciclista que osa intentar llegar antes que yo al siguiente cruce de caminos. Y es aquí también nos picamos hasta con nuestra sombra.
La ubicación de las ultimas balizas me deja en la plaza del pueblo exhausto, satisfecho pero inconformista. Viendo los tiempos y el mapa intento descubrir por donde han ido los primeros para tener esa diferencia a su favor porque han volado y a ras de suelo.
Ahora toca reponer fuerzas y decidimos que el homenaje seria cerca de Requena, pues allí se inicia el Sprint, así que decido continuar subido en la bici mientras Pepe se asea para recorrer los 9 km hasta el restaurante donde nos aguardaban unas cerves bien fresquitas que elevaron nuestra moral más si cabe, tanto que mi compañera fiel me pide apoyada en la pared no la suba al coche y marchemos juntos hacia la salida.
El sprint es una carrera matadora, muy corta pero intensísima, donde una rápida sucesión de vaguadas, sendas, caminos, toboganes, algún túnel y la opípara comida terminan por llevarme al límite y es ahí cuando se producen los errores. Una mala elección de ruta y el tiempo perdido durante una relocalización terminan mis opciones de cara una diferencia con los mejores apta para mi ego. Aunque mi compañero Pepe ha salido peor parado a causa de la picada en una baliza equivocada con el resultado de un error de tarjeta.
Durante la vuelta a casa valoramos de forma muy positiva la experiencia pues nos hemos demostrado que sin un entrene especifico no desentonamos entre la elite de esta disciplina que aúna mis dos pasiones deportivas, la BTT y la Orientación. La moral de cara a la etapa larga sigue a tope.
Al día siguiente un persistente viento fresco del oeste nos avisa durante el calentamiento previo a la salida de la carrera larga que hoy hay que regular desde el inicio y dosificar el esfuerzo para llegar con garantías a la parte final del recorrido. En teoría, claro.
Con el pitido final lanzo la bici en pos de esa primera baliza que me abrirá los secretos del este mapa. Me encuentro pleno de energía y veo con claridad las rutas a seguir por lo que me centro en rodar lo más rápido posible surfeando en ocasiones por los bancos de arena que las últimas lluvias han dejado en los caminos. Una empinada rampa me obliga utilizar toda mi artillería, por momentos equilibrio es precario y la rueda escarba el camino roto lleno de regueros que me conduce a lo alto de una colina donde aguardan esas balizas maliciosas que juegan a ocultarse a nuestra vista.
La sorpresa viene en forma de divertida trialera de paso obligatorio donde una amable fotógrafa se recrea con nuestra visita, observaremos luego si el resultado estuvo a la altura del posado. Una vez finalizada la bajada imprimo un punto más de velocidad a mi fiel montura que presta responde al su nuevo encargo. La rápida sucesión de cruces y caminos en buen estado me permite picar el resto de balizas con energías aumentadas por el echo dar caza a los demás participantes que voy encontrado en mi misma ruta. Mi ego ciclista se agranda por momentos, justo hasta el instante de ver el tiempo final y las diferencias con los mejores. ¡Cómo va esta gente!
Pepe, que salía más tarde, llega al rato contento por su resultado pero seguro de que podía mejorado más el crono final. Alguna que otra ruta mal calculada o aquella otra baliza que no estaba donde debía, nos permite alimentar el ego ciclista para concluir que tenemos margen de mejora.
Los Balibikers volverán para dar guerra.
J.A.T.D.